El lado
oscuro del Arte.
¿Quién
ampara al bailarín cuando
la luz
del escenario se apaga?
En la vida todo es
movimiento, un continuo fluir; muchas sociedades la concibieron como una danza,
desde la ondulación de las nubes, a los cambios de estación. La historia de la
danza refleja como los pueblos conocen el mundo, relacionan sus cuerpos y
experiencias con los ciclos de la vida, y sobre todo socializan sus emociones.
La jerarquización de la
danza clásica como profesión fue un proceso lento que en nuestro país hasta hoy
se torna complejo. Contamos en la actualidad con cinco cuerpos estables de
ballet clásico: El Teatro Colón, El Teatro Argentino de la Plata, El Teatro de
Bahía Blanca, El Teatro de Córdoba y el Teatro de Salta, los cuales tienen a la
mayor parte de sus artistas en planta permanente. Debemos sumarle a estos
cuerpos El Teatro Lírico del Centro del Conocimiento de nuestra provincia, pero
a diferencia de ellos todos sus bailarines se encuentran contratados sin
relación de dependencia.
Como cualquier actividad
física de alto rendimiento, la danza clásica genera un alto riesgo de lesiones
en los bailarines, como dice el doctor Juan Carlos
Gómez Hoyos, traumatólogo-deportólogo, colombiano: “El ballet es una
actividad atlética exigente que requiere capacidad y resistencia aeróbica,
fuerza muscular, flexibilidad, estabilidad articular y coordinación
neuromuscular y a la vez es una forma de arte. Se compone de movimientos complejos que requieren arcos
extremos de movilidad, fuerza estática y dinámica, estabilidad corporal central
y un balance permanente; además exige permanecer por tiempo prolongado en
aquellos arcos extremos de movimiento, lo cual somete a sobrecarga las
estructuras óseas y músculo-ligamentosas periarticulares. Esto hace que los
bailarines de ballet puedan sufrir lesiones músculo-esqueléticas, porque son
altamente entrenados y se encuentran en riesgo significativo de lesiones
durante el entrenamiento y la competencia intensivos, debido a la naturaleza
repetitiva de sus patrones de movimiento”.
Las estadísticas nos marcan que según las
compañías de baile profesional y los departamentos de emergencia consultados durante
17 años según el National Electronic Injury Surveillance System han
encontrado que de 17 a 95 % de sus bailarines se lesionan anualmente y esta
incidencia varía según el sitio anatómico afectado. Aquí se plantea la primera
problemática: “puede el bailarín bailar
hasta los 60 años como dice la actual ley de jubilación” ciertamente esto
es imposible, ya que teniendo en cuenta los años de trabajo, de lesiones, de
desgaste físico, con suerte podrá bailar hasta los cuarenta años si no presenta
afecciones irreversibles. Nos encontramos ante un vacío legislativo difícil de
enmendar donde el bailarín debe buscar una salida, desempeñándose como maestro,
ensayista coreógrafo en la compañía que integra, pero claramente no hay lugar
para todos.
Existe un proyecto de ley para incluir al ballet
dentro del listado de actividades, que deben estar
comprendidas en un régimen jubilatorio diferencial. El objeto de estos regímenes
diferenciales es la adecuación de la cobertura de la vejez a diversas
situaciones a las que está expuesto el trabajador durante su vida laboral, sea
por desempeñarse en tareas que implican riesgo, o que por sus exigencias son
causa de agotamiento o vejez prematura, o por prestar servicios en lugares o
ambientes en condiciones desfavorables.
La problemática en
Misiones es muchísimo más severa, ya que además de que sus artistas están
contratados anualmente sin relación de dependencia, tampoco poseen ART
(Aseguradora de Riesgos del Trabajo), son simples monotributistas,
encontrándose totalmente desprotegidos y la profesión cada vez más humillada.
A estas problemáticas se
suma la más difícil de resolver, las lesiones irreversibles. Vemos a lo largo
de la historia del ballet como grandes figuras se lesionaron reiteradas veces
imposibilitando su trabajo futuro. Julio
Bocca es un claro ejemplo con siete operaciones, dice: “Muchas veces trabajé con dolor; por ejemplo, en mi rodilla izquierda
ya no tengo ni cartílagos ni meniscos, sino hueso con hueso; no obstante, hay
que salir al escenario y olvidarse de todo”. Pero también afirma que: “uno debe saber cuáles son sus limitaciones”
y por eso se retiró definitivamente de los escenarios a los 40 años.
Los bailarines coinciden
Recabando
opiniones de profesionales de la danza, el misionero José María Vázquez, bailarín estable del Teatro
Argentino de la Plata, plantea: “el paso
de los bailarines a estables es importante para igualarnos al resto de los
trabajadores, teniendo de este modo protección médica, cargas sociales,
jubilación”. Con respecto a la jubilación nos dice: “es un beneficio al que acceden todos los empleados, tanto públicos
como privados, entonces la pregunta sería ¿por qué no acceder a ese beneficio?
siendo que las leyes laborales ‘protegen al trabajador’, la cuestión seria finalmente,
¿qué tipo de jubilación le correspondería? si a los 20 años de servicio o a los
35, como el resto de los trabajadores y aquí está el problema con el que se
topan los elencos estables”. Con respecto a las lesiones expresas: “dada la complejidad del trabajo de un
artista del ballet, este está siempre expuesto a sufrir algún tipo de lesión,
la gran mayoría, prevenibles y por lo tanto fácilmente tratables. Las lesiones
irreversibles. son a mi entender la mayor limitación que enfrentamos: según la
normativa correspondería una jubilación anticipada, tomemos en consideración
que (en el caso del Teatro Argentino y el Ballet de Bahía Blanca) aportamos el
16% de nuestro sueldo , mientras que un trabajador ‘común’ aporta el 11%, por
lo tanto sería lo más sano en ese caso”.
También
la Primera Bailarina del Teatro Colón la Nadia
Muzyca, nos dice que ella cree en la estabilidad del bailarín, “se supone que uno va a seguir
perfeccionándose y que el paso a estabilidad no cambiaría nada, al contrario tendría
que generar pertenencia a nuestro lugar de trabajo y de esta manera generarnos
un crecimiento diario, en conjunto e individualmente”. Además hace hincapié
en que la jubilación es necesaria para dejar paso a los más jóvenes. También agrega:
“Las lesiones muchas veces suceden y son
parte de nuestra carrera, por eso hay que trabajar conscientes de lo que
hacemos para que no sucedan, atenderse con kinesiólogos -de ser necesario-. El
Teatro Colón tiene cobertura por si
llegara a pasar algo, ART, y contamos con médicos y kinesióloga”.
Todas las
voces apuntan a la verdadera jerarquización de este arte, con todos los
derechos que cualquier profesión posee, y de este modo que cuando las luces del
escenario se apaguen para siempre, el bailarín encuentre una mano tendida hacia
su futuro.
Por Cintia Mansilla
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